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11/20/2018

Tejiendo redes de integridad en América Latina (Building Networks of Integrity in Latin America)

Written by Nathalia Franco Pérez

Editor's Note: in honor of our international status, ICAI is committed to publishing blog posts in languages other than English. 

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Cuando en el 2011 fui por primera vez a un congreso organizado por el Centro Internacional de integridad académica (ICAI, por sus siglas en inglés), en Toronto, Canadá y escuchaba a algunos de los pioneros en el tema en el mundo (Donald McCabe, “padre” de la integridad académica; Tricia Bertram Gallant; líder académica del movimiento de integridad académica y creadora de este blog; Tracey Bretag, investigadora australiana y gran entusiasta del tema), jamás imaginé que siete años después no solo habría podido materializar el sueño de crear un centro de integridad en mi universidad , sino que estaría trabajando de la mano de comprometidos colegas latinoamericanos en una red de integridad académica.

El trabajo colaborativo empezó a tejerse en el 2013, en el marco del XX Congreso Internacional de Integridad Académica, celebrado en San Antonio, Texas, cuando yo exponía los progresos del programa de integridad académica de la Universidad EAFIT (en Medellín, Colombia), denominado Atreverse a Pensar. Ahí tuve la fortuna de conocer a Cecilia Quintanilla, directora de Efectividad Académica de la Universidad de Monterrey (UDEM), quien muy generosamente me invitó al Primer Congreso Nacional de Integridad Académica, organizado en octubre de ese mismo año  por esa universidad.

En ese primer encuentro académico en Monterrey fue muy interesante darnos cuenta que si bien las preguntas que se venían haciendo -desde hacía dos décadas- investigadores y académicos de universidades norteamericanas resonaban con nuestras preguntas, las problemáticas que nosotros enfrentamos como instituciones latinoamericanas tienen unos contextos y unas características muy propias: marcos normativos más laxos; cultura institucional particular; relación con la cualidad moral del honor muy distinta a la estadounidense; acceso a la educación superior privada no necesariamente por méritos académicos, sino por la posibilidad de contar con los recursos económicos; y una idea de solidaridad que se tiende a confundir con complicidad en el fraude, por mencionar solo algunas.

Así las cosas, comenzamos a estudiar diferentes temas que ocupaban la agenda del fenómeno de la integridad académica mundial: los códigos de honor, los instrumentos para medir el fraude académico, las campañas comunicacionales de otras universidades, las herramientas para disminuir la trampa, las transformaciones en la evaluación, los servicios de softwares de detección de similitud en los trabajos escritos, etc. De esta manera, lo que en un inicio se pensaron como proyectos en algunas de nuestras universidades, con el paso de los años, se convirtieron en programas permanentes, y gracias al gran esfuerzo de la UDEM -que desde el 2013 ha realizado el congreso anual de integridad académica- fueron llegando otros compañeros de la Universidad Católica de Chile, de la Universidad Panamericana de México (UP) y del Tecnológico de Monterrey (TEC), con quienes en 2016 tomamos la decisión de iniciar formalmente la Red Latinoamericana de Integridad Académica.

Uno de los primeros frutos fue la revista Integridad Académica , que bajo el liderazgo de la UP y el apoyo de Turnitin, ha publicado cinco números. También intercambiamos experiencias académicas e investigativas en nuestro encuentro anual en la UDEM (las presentaciones del 6to Congreso están alojadas aquí) y hoy, con este blog en español, comenzamos nuestra participación en la iniciativa de ICAI, que busca mantener viva la conversación de sobre la creación y el fomento de culturas universitarias de integridad académica.

Después de tantos años de intentar entender mejor lo que implica crear un cultura de integridad en nuestros campus universitarios, podríamos concluir que: a) hemos profundizado en la comprensión del fenómeno del fraude académico; b) hemos logrado algunos avances interesantes que se ven reflejados en decisiones institucionales que respaldan una apuesta decidida por el valor de la integridad como impronta de nuestras universidades; c) hemos aprendido sobre estrategias y acciones investigativas, pedagógicas, culturales y comunicacionales que tienen sentido y aportan valor en nuestro contexto de instituciones de educación superior latinoamericanas; d) somos conscientes de que pese a algunos logros significativos, son muchos más los retos que tenemos por delante.

En ese sentido, embarcarse en trabajar por la integridad académica, que a mi modo de ver constituye un proyecto de ética aplicada de un alcance mayor en el tiempo que el tema exclusivo de lo académico, implica:

 

 

 

 

 



Los primeros puntos dependen, en gran medida de cada universidad y de quienes lideren las iniciativas de integridad académica. En el último punto, es fundamental encontrar aliados dispuestos a compartir experiencias, aprendizajes y a tejer redes que vayan expandiendo las preguntas, los esfuerzos y los sueños de crear esos ecosistemas de aprendizaje que permitan que las comunidades universitarias realmente cumplan su misión de formar seres humanos íntegros y competentes para aportar a los retos sociales, económicos y científicos de la humanidad.

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